Suelo vivo

Para sostener y alimentar las cepas el suelo actúa como una fábrica de reciclaje donde es necesario mantener un equilibrio operativo para que funcione.

El reservorio de nutrientes del suelo y su actividad microbiológica se localiza en el complejo arcillo-húmico, que viene a ser un gran almacén coloidal de nutrientes formado por arcilla y materia orgánica, hábilmente mantenido y gestionado por la microfauna y microbiota del suelo.

En cada vendimia, la vegetación anual y la cosecha consumen de 500 a 1.500 kg de materia orgánica por hectárea, esto es del 0’5% al 2% de la materia orgánica total. Las hojas y restos de poda no bastan, aportan solo de 300 a 350 kg/ha de materia orgánica con alto contenido en C por lo tanto con un elevado consumo de N para su degradación.

Sin una reposición racional de materia orgánica en 50 años tu viñedo se puede transformar en un bonito desierto.

La mineralización paulatina empobrece el complejo arcillohúmico y limita el desarrollo de la microflora y microfauna, con el tiempo también escasean los minerales, el viñedo decae y pierde toda rentabilidad, organoléptica y financiera.

En un suelo empobrecido el viñedo sufre, puede dar buena uva, pero cada año da menos.

Podemos definir la salud del suelo como la capacidad continua de regenerarse para mantener su complejo arcillo-húmico y continuar siendo sustento de plantas y microorganismos. Esta capacidad de autoregeneración es proporcional a la cantidad y calidad de materia orgánica disponible y a la microbiota que lidera la regeneración y el enriquecimiento del complejo arcillo húmico.

Solo un viñedo sano y en forma cumplirá los objetivos cualitativos y cuantitativos, y como cualquier activo de la bodega requiere un plan de mantenimiento.

Dinos como está tu suelo, cual es tu objetivo de producción y pensaremos una dieta adecuada para cada parcela:

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