¿Dónde estamos?

¿DÓNDE ESTAMOS?

A día de hoy, casi parece una pregunta absurda…

Por supuesto que sabemos dónde estamos y, de no saberlo, rápidamente consultamos con nuestro navegador de bolsillo que, con una precisión y rapidez pasmosas, nos ubica en el mundo indicándonos cómo llegar a esa casita, remota y alejada del mundanal ruido, donde vamos a pasar nuestras vacaciones.

Desde los orígenes, hemos tenido la necesidad de explicar el mundo, dar respuestas, y, sin duda, conocer nuestro planeta y el lugar que ocupamos en él ha sido uno de los hitos más importantes de la humanidad.

El ser humano siempre ha sabido registrar sus pasos. En los inicios, a través de sus dibujos en las cavernas, nuestros ancestros ya dejaban constancia de dónde se asentaba la tribu enemiga, por dónde se llegaba al río o en qué valle pastaba la cena. Saber dónde estaban y cómo llegar a los recursos o evitar los peligros era la diferencia entre vivir o morir.

Y esto fue sólo el principio. Rápidamente el ser humano comprendió la importancia y el impacto tan positivo que toda esta información iba a tener tanto en sus vidas como en el avance de la especie, aunque, ni por asomo, se imaginaban el espectacular desarrollo que se alcanzaría dos mil siglos después.

No en vano, miles de hombres y mujeres a lo largo de la historia han dedicado sus vidas a cartografiar cada centímetro del planeta, quizás tan sólo por una avidez de conocimiento y espíritu explorador. Sin embargo, este conocimiento fue crítico en el desarrollo de las sociedades, el intercambio cultural, el avance de ciencias como las matemáticas o la astronomía, el establecimiento de rutas comerciales, la invención de nuevas herramientas o el increíble impulso económico, entre otros.

Hoy en día, nos es tan cotidiano consultar por dónde va nuestro pedido, cuál es la ruta más rápida a nuestro destino o coger un vuelo que se nos olvida que, sin la información que nos aportan los mapas, todo esto sería imposible. No podemos entender nuestro entorno, nuestra realidad, sin los mapas.

Pues bien, hagamos un pequeño ejercicio mental y cambiemos a los seres humanos por nuestros vinos y volvamos a formularnos la misma pregunta: ¿Dónde estamos?

Ahora la respuesta no es tan sencilla.  Sabemos dónde queremos ir, dónde queremos que estén nuestros vinos, sin embargo, en muchas ocasiones, nos falta el mapa.

La historia nos da la respuesta: hagamos mapas, hagamos NAPPING.

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